Las palabras se hicieron voz, se quedaron sin tinta y sin golpes en las teclas de ordenador.
Ordenándose en la cabeza a través de su propia voz.
Pero todo no podía ser tan sencillo, todo no podía ser tan creíble.
El cerebro no se creyó algunas de las cosas que de si mismo escuchó.
De nuevo discusiones eternas, esas viejas rencillas entre la cabeza y el corazón.
En un mundo en que sin cabeza nadie eres y lo que eres no sirve si no eres capaz de lucir decorados y brillantes sombreros de materiales mezclados sin ton ni son (o sin ton con son).
Mundo en que no se dialoga de corazón a corazón.
Seguiremos aprendiendo a hablar, sobre todo en línea vertical, la que va del pelo al pecho, la que va de la consciencia al sueño, la que va...y no va.
