Te notaba con la mirada clavada en mis pensamientos, mientras tu sonrisa hacía más pequeñitos tus ojos. Esos que ven más alla del cuerpo.
Mirar desde arriba, desde el cielo, debe ser complicado, pero ahí estabas tu, haciendo un esfuerzo.
Como tantas y tantas veces has hecho por mi.
Esta vez yo también había hecho un esfuerzo, el de ser feliz.
El de tratar de bailar con tu recuerdo más bonito, el de la mirada complice que hubiese apoyado cada uno de los movimientos.
Pero este esfuerzo no fue fácil, ha costado unos meses fabricarlo, esculpiendo en el cuerpo las formas de la alegría, que se habían quedado olvidadas y recostadas en el sofa, llegando hasta una posición casí fetal.
La muerte ya no es un lugar oscuro, ahora tiene danzas de colores, tiene tu presencia a mi lado y dentro de mi. Me llena de luz, de tu luz. Mueve mis piernas, caderas y brazos, hasta llegar a mi sonrisa, por la que sales tu y tratas de hacer disfrutar a los demás, como siempre solías hacer.
Bailo contigo y para ti, bailo conmigo y para mi, proque ahora te has fundido conmigo y bailamos el mismo compás, el de la vida, el de la compañía, el de la paciencia, que poco a poco voy descifrando como si de un mapa del tesoro se tratase. Tesoro dificil de encontrar. Que como tu ya lo tenías bien cuidado no me preocupé de saber de donde venía. Ahora lo voy comprendiendo, voy descifrando tus instrucciones, con cuidado de no romper el frágil pergamino del amor.
Te sigo queriendo, y ahora además te bailo.
Te sigo echando de menos, y ahora además sonrío.
Gracias por estar en mi
