El grito que no existe aun desde el vacío toma fuerza, se estira sigiloso, se contrae de nuevo, prueba diferentes formas, se hace rugoso, saca aristas, pero no esta conforme y vuelve a engullirse a si mismo.
En el útero del dolor puede permitirse esto y más.
Aun no existe, aun no hay nada que sacar, aun esta encerrado entre las paredes de la nada, donde tan cómodo como puede trata de hacerse robusto y fuerte, para así sonar contundente y hacer estremecer a todo lo que necesita moverse, sentir las vibraciones del dolor.
No existe, y, con la tranquilidad que esto le da, va anunciando su llegada, va despertando a los que serán sus vecinos, los que intentarán tapar sus orejas, sus ojos, para no verle y sentirle. Los que tratarán de abrazarle y transformarle en agua salada.
Es un embarazo largo, intenso, pero del que a veces uno no se acuerda y otras veces lo tiene tan presente que parece haber llegado ya a este mundo...a este mio, a este tuyo, a este tuyo, a este que no dejaremos dominar por la bestia que se gesta en el vacio.
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